Lo llamamos así porque nuestros políticos importantes han perdido su apellido, incluido el presidente de la República.

Lo llamamos así porque nuestros políticos importantes han perdido su apellido, incluido el presidente de la República.

El presidente argentino, Alberto Fernández.  (Europa Press/ Jonas Roosens)
El presidente argentino, Alberto Fernández. (Europa Press/ Jonas Roosens)

Oh, Albertoalberto.

26/06/2023 26 de junio de 2023, Brasil, Brasilia: Alberto Fernández, presidente de Argentina, es recibido con honores militares en el palacio presidencial de Brasilia.  Foto: Fabio Rodrigues-Pozzebom/Agencia Brasil/dpa - ATENCIÓN: Sólo para uso editorial y mencionando el crédito completo POLÍTICA INTERNACIONAL Fabio Rodrigues-Pozzebom/Agencia / dpa
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Lo llamamos así porque nuestros políticos importantes han perdido el apellido, incluido el Presidente de la República. Alberto, nuestro Alberto familiar y cotidiano.

Inclinándose hacia el discurso público, Alberto, nuestro presidente, nos permite ver lo muy duro empleo publico que tiene: su cabello engominado nos ha permitido ver cómo las nieves del tiempo han plateado su sien, como cantaba maravillosamente Gardel, ad maiorem Dei gloriam -todos entendimos- en compañía de enormes ojeras grises, tal vez melancólicas. o producto de algún trastorno hepático.

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Alberto. Él es quien abrió la tradición presidencial de este lugar aquejado por la nueva vicepresidencialismo, un hecho histórico que nadie podrá arrebatarle, aunque su memoria será escasa y casi con seguridad no habrá ninguna calle que lleve su nombre. Mejor: es un hombre libre de toda vanagloria, de toda posteridad.

Se recuerda claramente cuando asumió el cargo tras ser aclamado, lo que dejó lugar al perverso dicho de “El pueblo nunca se equivoca”. Fue muy emocionante. Con traje oscuro con buena corbata y el peinado de moda que en los años 50 del siglo pasado se conocía como “a la bofetada”. Estaba espléndido.

Fernández participó en la cumbre del G20Fernández participó en la cumbre del G20

Con aire popular aunque quizás no en olor a multitud, unió al departamento prestado en Puerto Madero hasta el Congreso al volante de un coche japonés.

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El anterior presidente, que terminó su mandato -una rareza- aunque no consiguió otro, lo recibió. Los hombres se dieron un abrazo firme y viril. cristina Parecía distante y, sin ocultar su molestia, retrasó la entrega del bastón presidencial confeccionado para la ocasión, es una honrosa costumbre, por el gran orfebre. Juan Carlos Pallarols.

Todo iba a salir muy bien.

Al final del camino nuestro Alberto vive días de soledad y aislamiento. No me malinterpreten: sigue siendo presidente, todavía vive en la Quinta de Olivos donde pasó momentos felices, bien abastecido de foie-gras, lomos infinitos, champagne Cristal rosado a raudales, jamones de Jabugo pata negra con tres años de estacionamiento en alta picos. Innumerables imágenes de su paso a la historia desfilaron entre los muros del presidente, con pausas. Recibió generosamente a actrices y modelos que le trasladaron su preocupación por la falta de trabajo en la profesión y las penurias resultantes, aunque no se pudo difundir pero la causa era noble. La primera dama, por su parte, utilizó un helicóptero oficial para visitar a su familia. Perfecto: sólo se vive una vez, Alberto, y tus abrumadoras responsabilidades.

Su brillante actuación se puede recrear en su discurso en el que se refirió a Bugs Bunny por alguna razón que escapaba a la comprensión de cualquiera de nosotros, simples seres comunes y corrientes, para en otra ocasión dar una lección magistral cuando ilustró que los brasileños salieron -sí, salieron- de la selva, los mexicanos (citó en un declaración extravagante Octavio Paz) dejaron “los indios” y nosotros, dijo triunfalmente, bajamos de las lanchas.

Al final del camino nuestro Alberto vive días de soledad y aislamientoAl final del camino nuestro Alberto vive días de soledad y aislamiento

Estoy seguro que el destino había elegido para el presidente, para Alberto, alguien parecido, no sé, a Iglesiaa de Gaulle, Charles André Joseph María de Gaulle, pero las cosas empezaron a salirle del lado malo y no surgió ni como un héroe ni como un estadista sino, cómo decirlo, Alberto. Abogado, montó su primer despacho con amigos de confianza, pero se los comieron como piezas de un ajedrez despiadado. Y Alberto las entregó una a una, pragmático y solo, aumentando sin pausa.

No faltaron ocasiones en las que se celebró la bandera en el monumento de Rosario y la suerte, que es mucha, hizo que le saliera un diente que, con grandes reflejos, lo acomodó rápida y ligeramente. Tampoco la escena en un restaurante donde un hombre mayor, quizás en kurdo, le dijo dos cosas: Alberto le dio un golpe en el hombro, lo dejó en el suelo y remató la faena de una patada. ¿Quién no se ha enfadado y nervioso alguna vez, eh?

Luego vino el pandemiaviajes a Moscú con aviones gigantes, fanfarrias e historias, como de fútbol, ​​para que los enviados trajeran algunas de las primeras solicitudes; se necesitaban dos y nunca se completaron. Luego, los privilegios-vips-. Muchos argentinos murieron a causa del virus y demasiados por acontecimientos oscuros en abandonos, calabozos y hasta ahogamientos como ocurrió en el río cuando intentaban regresar a casa, a Formosaporque Insfran lo impidió.

Ay, Alberto. La trama de la obra fue Macripandemia, guerra, Macri, pandemia, guerra, Macri, pandemia, guerra, y así hasta el infinito. La fiesta descarada por el cumpleaños de la señora ya había pasado. fabiola y todas las plagas de Egipto cayeron sobre Alberto, el presidente casi imaginario.

Hay mucho, mucho, en sus desconcertantes palabras pronunciadas con su voz aguda.

En el ocaso, ha iniciado una gira diplomática mundial con dirigentes a los que considera amigos y que aplauden y soba con soltura. Respecto a la despedida expresó: “No me llevo nada. Lo he dado todo”.

¿No es eso lo que se debería hacer?

Alberto FernándezPresidencia

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Source: pagasa.edu.vn

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