El escritor colombiano Gabriel García Márquez durante una entrevista que concedió a la Agencia Efe en la ciudad de Barcelona. EFE/yv/Archivo
Fue en la capital de Cataluña, esta ciudad bañada por el Mediterráneo y llena de cultura, donde el famoso escritor colombiano Gabriel García Márquez Vivió parte de la fama que le granjeó la literatura y donde lució su vestimenta de estrella.
En los años sesenta, García Márquez, Gabo para los amigos, llegó a Barcelona con su mujer Mercedes Barcha y sus hijos Rodrigo y Gonzalo. Aquel viaje desde su Colombia natal a Barcelona marcó un punto de inflexión en su vida y en su carrera literaria. Primero se instalaron en un aparthotel en la calle Lucà, y luego se trasladaron al número 168 de la Avenida República Argentina. Allí ocuparon un modesto apartamento que sería para el escritor el crisol de sus pensamientos y la cuna de su creatividad, el lugar donde nacería la primera parte de su novela. El otoño del patriarca.
Paseando por las calles de Barcelona, Gabo encontró la tranquilidad necesaria para emprender un proyecto igual o más ambicioso que su gran obra, Cien años de soledad. Barcelona, con su mezcla de modernidad y tradición, le proporcionó el escenario perfecto para sumergirse de lleno en la que, como él mismo afirmó en su día, fue la novela en la que más trabajo y esfuerzo dedicó.
Gabriel García Márquez con su “Cien años de soledad” en la cabeza
El colombiano no sólo escribió en Barcelona, también fue parte activa de la efervescencia cultural y social de la ciudad. Su amistad con el peruano Mario Vargas Llosaquien vivía en la misma calle, creó un vínculo que trascendió las páginas de sus libros y que, lamentablemente, sufrió una ruptura en los años siguientes.
En aquella Barcelona efervescente de los años sesenta, Gabo no sólo forjó vínculos literarios, sino que también se involucró en cuestiones políticas de América Latina. Su residencia se convirtió en punto de encuentro de idealistas, políticos y rebeldes de la época. Acaloradas discusiones y apasionados debates sobre la revolución y la política latinoamericana resonaban en esos muros.
Pero no todo fue serio en la vida de Gabo. Sus amigos lo recuerdan por sus legendarias siestas, donde parecía medio dormido, pero de repente soltaba alguna frase genial. También era un hombre que disfrutaba de las pequeñas cosas, como comprar membrillo de guayaba en una tienda cercana o compartir huevos fritos con papas en el famoso restaurante El Reno.
Barcelona no fue sólo su hogar temporal, sino también un refugio de supersticiones y rituales. Evitó dormir en un apartamento por las creencias de un vecino “espeluznante”. Era un hombre que valoraba la naturalidad y siempre aconsejaba a sus amigos que ese rasgo les abriría todas las puertas.
Imagen de 1970 en la que aparecen, entre otros escritores, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa (detrás de 2i). EFE/yv/Archivo
Hoy Barcelona sigue siendo una ciudad iluminada por la gracia y el desparpajo de Gabriel García Márquez. La biblioteca construida en su nombre, recientemente nombrada una de las mejores del mundo, refleja la importancia de su paso allí y la tremenda influencia que tuvo en los lectores catalanes. Aunque dejó la ciudad en 1975, Gabo nunca dejó de regresar con espíritu a las calles que lo acogieron.
La ciudad que fue testigo de su transformación de un autor medianamente conocido a un ícono literario mundial guarda con cariño los ecos de su presencia. Barcelona es una parte imborrable de la historia de Gabo, un lugar donde la soledad se convirtió en una sinfonía de palabras que aún resuena en el corazón de lectores de todo el planeta.
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