El edificio del Ministerio de Economía (REUTERS/Agustin Marcarian)
La oposición empieza a mostrar sus cartas. Algunas posibles medidas que por ahora parecen más una acumulación de buenas intenciones que otra cosa, parecen empezar a perfilar el camino que va a tomar la Argentina a partir del 10 de diciembre, fecha que está llena de expectativas. Sin embargo, todavía quedan tres meses de un viaje largo y absolutamente impredecible.
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Las coincidencias parecen abrir una luz de esperanza para lo que está por venir. “Dolarización” versus “bimonetarismo” son quizás una de las fisuras más esclarecedoras de lo que vive Argentina y lo que su pueblo pide a gritos: el fin de la inflación. Los argentinos han decidido que quieren dejar de sentir que lo que tienen hoy en el bolsillo puede no valer nada mañana. La pérdida de poder adquisitivo, la caída de los salarios reales, los problemas de empleo y la inseguridad son cuestiones que de alguna manera casi han obligado a parte de la oposición a mostrar objetivos que por momentos parecen comunes.
Los argentinos han decidido que quieren dejar de sentir que lo que tienen hoy en el bolsillo puede no valer nada mañana.
La seguridad jurídica debe ser el eje de las transformaciones que se quieran llevar a cabo. En este punto también parece haber coincidencias: no se pueden seguir rompiendo contratos en Argentina. La interminable historia de defaults, confiscaciones de depósitos y la injerencia sistemática de los diferentes gobiernos en la propiedad privada llevaron a la Argentina a gozar de un descrédito por parte de las instituciones pocas veces experimentado. Contar con instituciones sólidas es necesario para generar confianza, inversión, empleo y futuro. Este impulso necesario para salir del declive institucional también encuentra puntos en común entre los principales opositores.
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Uno de los puntos más controvertidos es sin duda la reducción del gasto público. En esta cuestión trascendental en el camino hacia bajar impuestos y mejorar la competitividad de la economía, no parece tener claro cómo. Sin embargo, también parece haber consenso en que el delirante nivel de gasto público actual en los tres niveles de gobierno no sólo es insostenible sino que la sociedad parece haber dejado de estar dispuesta a financiarlo con sus propios bolsillos. No todos los candidatos parecen tener claras cuestiones como el destino de las empresas públicas, el Ministerio de la Mujer o el futuro de los medios públicos.
Donde se proponen recortes de impuestos, es inevitable proponer una reducción del gasto y su magnitud: lo que parece estar en duda es si lo que viene se traducirá en una reforma profunda del Estado o simplemente en un maquillaje que no vuelva a los caminos de lo que en En algún momento fue un Estado de tamaño razonable y acorde con un país que necesita salir de un estancamiento crónico.
No todos los candidatos parecen tener claras cuestiones como el destino de las empresas públicas, el Ministerio de la Mujer o el futuro de los medios públicos.
Si el actual partido gobernante gobernará los próximos cuatro años, no habrá nada más que hacer que simplemente esperar a que vuelva a ocurrir lo mismo. Por otro lado, si gobierna la oposición, será una oportunidad única –y quizás la última– para hacer las reformas necesarias y de largo plazo que la sociedad exige para acabar con la pobreza a través del desarrollo del sector privado, el comercio internacional y la libertad. de no tener un gobierno populista que ahoga a todos en impuestos y crea como propio un Estado que es de todos.
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Source: pagasa.edu.vn