Napoleón: un centauro entre carisma y leyenda

Napoleón, Una cigüeña en apuros y Un pájaro azul, lo que llega al cine la semana del 23 de noviembre

Joaquin Phoenix como Napoleón en la película de Ridley Scott del mismo nombre (FilmAffinity)
Joaquin Phoenix como Napoleón en la película de Ridley Scott del mismo nombre (FilmAffinity)

Napoleón BonaparteGeneral político decimonónico por excelencia, fue uno de los primeros fenómenos contemporáneos puramente europeos y su influencia cruzó incluso el Atlántico.

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Por su parte, España también estuvo imbuida de ese culto a los grandes hombres que se extendió globalmente durante el siglo XIX. Esta tendencia estaba arraigada en la celebración del hombre virtuoso, cuya base estaba en la amplificación de los sistemas de reclutamiento de los revolución Francesalos cuales dejaron de tener el componente noble como requisito imprescindible para los ascensos y se abrieron a toda la ciudadanía recién constituida.

Éste ya no luchaba por el rey, sino que lo hacía por el país, con dos consecuencias principales. En primer lugar, se produjo una sobreestimación sin precedentes de la guerra y sus batallas (en 1807 lucharon en Eylau unas 130.000 personas). En segundo lugar, surgió el individuo militar y político moderno: basándose en las ideas de honor y gloria, “cualquiera” podía erigirse como una figura de referencia, como un verdadero héroe.

Napoleón en el campo de batalla de Eylau, de Antoine-Jean Gros.  Museo de Arte de ToledoNapoleón en el campo de batalla de Eylau, de Antoine-Jean Gros. Museo de Arte de Toledo

Las victorias y la propaganda que las rodeaba crearon un vínculo emocional entre Napoleón y el pueblo francés: la relación carismática dependía de la total admiración por su figura con la gloria como referencia, como muestra el cuadro. Jacques-Louis David con Bonaparte cruzando los Alpes a lomos de un caballo encabritado, como si fuera un centauro.

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Sus campañas y triunfos bélicos permitieron su elevación y mantenimiento como figura política destacada, nacional al principio e internacional después. Esta tendencia continuó incluso durante su complicada estancia en Egipto, donde sufrió varias derrotas.

De allí regresó, en lo que algunos ven como una deserción, para liderar el golpe de Estado del 18 de Brumario (9 de noviembre de 1799) y convertirse en cónsul junto con Sieyès y Ducos tras presionar a los Consejos de Ancianos y a los Quinientos en Saint-Cloud, cerca de la capital francesa. Su coronación imperial en 1804 y su matrimonio con María Luisa, hija de Francisco I de Austria, son hitos que marcan ese camino monárquico.

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La leyenda

Tras su derrota en Waterloo en junio de 1815, que marcó el fin definitivo del imperio, Napoleón no desapareció de la memoria. De hecho, durante su exilio forzoso en la isla de Santa Elena, en pleno Atlántico, fueron recurrentes los rumores sobre un posible regreso o incluso misiones de rescate.

No se podía negar que había consolidado la mayoría de los logros revolucionarios y una retirada era impensable. Cuando murió en 1821, su figura fue elevada a la categoría de mito. Su sombra permaneció viva durante décadas y generó una confianza mesiánica en las acciones realizadas por ciertos hombres del ejército consideradas extraordinarias, además de deseos de imitación, como se verá a continuación.

Napoleón cruzando los Alpes, de Jacques-Louis David.Napoleón cruzando los Alpes, de Jacques-Louis David.

Esta consideración se basó en la ya mencionada noción de carisma, sustentada en la atribución de virtudes políticas, asumidas teniendo en cuenta las hazañas militares. Gracias a la memoria recuperada por los veteranos de la Grande Armée, el gran ejército napoleónico, y a episodios como el regreso de las cenizas en 1840, cuando sus restos regresaron a París ante miles de personas, se encendió una “mecha lenta” que llevó a la leyenda posterior, materializada en medallas, bustos o barajas donde aparecía su efigie o símbolos imperiales.

Esta leyenda, al referirse siempre a los años de gloria, acabó pintando de gris el presente. El modelo político napoleónico sobrevivió y consta de tres elementos:

-Patria amenazada por potencias extranjeras.

-Libertades/reformas políticas en riesgo, interna o externamente.

-La presencia de un soldado providencial y “del pueblo”, que facilitó la identificación colectiva con él.

Un carisma contagioso

En España, la dinámica política se desarrolló durante décadas manteniendo como referentes a personajes como Espartero, O’Donnell, Prim o Serrano, entre otros. Conspiradores y gobernantes estaban ahora ocupando el poder y tramando planes para tomarlo. Este fenómeno se produjo sobre una base particularmente carismática y no tanto por razones ideológicas.

En el caso ibérico, llama la atención el poco tiempo transcurrido desde la guerra de 1808-1814, cuando el intento de Napoleón de invadir España le produjo un odio visceral hacia él (a excepción de los que eran franceses), hasta el momento en que en la que el antiguo Emperador se convirtió a partir de la década de 1820 en una figura política respetable y en ocasiones codiciada por algunos sectores de la sociedad española.

La rendición de Bailén, de José Casado del Alisal.  La obra representa la rendición del general francés Pierre-Antoine Dupont de l'Étang (1765-1840) tras la derrota del ejército francés en la batalla de Bailén, que se libró el 19 de julio de 1808 y supuso la primera derrota del ejércitos ataques napoleónicos a manos de tropas españolas (Museo del Prado)La rendición de Bailén, de José Casado del Alisal. La obra representa la rendición del general francés Pierre-Antoine Dupont de l’Étang (1765-1840) tras la derrota del ejército francés en la batalla de Bailén, que se libró el 19 de julio de 1808 y supuso la primera derrota del ejércitos ataques napoleónicos a manos de tropas españolas (Museo del Prado)

Su muerte fue el punto de inflexión para el personaje. La nueva visión española sobre Napoleón lo representó como el modelo más completo de soldado que, apoyado por sus tropas para alcanzar el poder, defendía las libertades y la dignidad amenazadas de su país, de ahí el deseo de emulación y de ser un nuevo grand homme. nacional.

A través del espacio y el tiempo

Napoleón se convirtió así en el primer centauro carismático. El modelo político de tres elementos mencionado constituyó un patrón político e histórico que se repitió, con mayor o menor éxito, durante el siglo XIX en varios rincones del mundo.

Además de los ya mencionados españoles, en nombre de la defensa de sus ideales surgieron héroes polvorientos, fuertes, viriles, siempre a caballo rampante, convirtiéndose en actores políticos de primer nivel. Guglielmo Pepe (Italia), Simon Bolivar (Gran Colombia), Agustín de Iturbide (México) o el duque de Saldanha (Portugal) se alzaron como transcripciones napoleónicas, como personajes a medio camino entre lo militar y lo político. ¿Quién no aspiraba a ser como el general corso?

Después de los artistas y escritores del siglo XIX, el cine destacó el interés de la figura de Napoleón como personaje. Con películas propias desde 1897, es la segunda personalidad más representada, después de Jesucristo. Hay más películas sobre el emperador que sobre Juana de arco, Lenin y lincoln juntos. Todos sabemos lo que implica una comparación con Napoleón. Todos sabemos quién es. Sin embargo, aún resulta difícil definirlo, a pesar de los 80.000 títulos publicados sobre él y los cerca de 600.000 dedicados al periodo que protagonizó.

Soldado, general, líder, tirano. Napoleón importa y sigue influyendo: su convicción en la racionalidad, la ciencia administrativa o los principios utilitarios le han sobrevivido. Su verdadero legado es político, no militar, y continúa proyectándose en las sociedades contemporáneas. Como dicen que dijo, fue un meteoro que iluminó su tiempo, sombras a un lado.

Fuente: La conversación

La conversación

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Source: pagasa.edu.vn

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