La obra Rewe Rashüit, música curativa, 2023, del colectivo MAHKU, habitantes de la Tierra Indígena Kaxinawá (Huni Kuin) del río Jordão (EFE/ Isaac Fontana)
El Bienal de San Pablola exposición de arte contemporáneo más grande del hemisferio sur, abre sus puertas este miércoles con un número récord de artistas de color y un llamado a imaginar lo imposible después de la pandemia y el expresidente de extrema derecha Jair Bolsonaro.
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En el emblemático pabellón de la Bienal, diseñado por Óscar Niemeyer, hay un bosque sitiado. Una carabela con un inquisidor al frente choca contra el dios indígena del agua, mientras un Mickey Mouse con la máscara de Darth Vader se prepara para cortar el falo de un espíritu de la naturaleza con una motosierra.
Pero no todo esta perdido. En un rincón, la deidad filipina del viento llena sus pulmones de aire para llevarse a una “diosa” del panteón de Hollywood, Marilyn Monroe.
Afiche de la 35ª edición de la Bienal de Sao Paulo (Foto: prensa BSP)
“Matándonos suavemente con sus canciones, oraciones, alfabetos, mitos, superhéroes…”es una instalación de madera tallada del estilo filipino Kidlat Tahimik, de 80 años, con el que busca reivindicar los “relatos locales” frente a los referentes de Occidente. “Estamos cansados de sus historias: tenemos la nuestra”, dijo Tahimik, quien se vistió con un taparrabos tradicional para la inauguración de la 35ª edición de la bienal, la segunda más antigua del mundo después de Venecia.
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La exposición de este año se titula “coreografías de lo imposible”, una invitación a cuestionar a través del arte aquello que las esferas de poder etiquetan como fuera de límites. Aunque Bolsonaro, conocido por sus declaraciones racistas y misóginas, ya no gobierna Brasil, la Bienal no baja la guardia y propone una crítica a la violencia ejercida contra los diferentes. Hasta el 10 de diciembre, el pabellón expondrá en sus 30.000 metros cuadrados 1.100 obras de 121 artistas de todo el mundo.
Con un registro de artistas de color y una invitación a cuestionar los límites impuestos por el poder tras la era de Jair Bolsonaro y la pandemia (EFE/ Isaac Fontana)
La bienal más diversa
Más del 80% de los que participan en esta edición no son blancos, porcentaje que no ha dejado de crecer en los últimos años. El equipo de curadores refleja este reequilibrio. Tres de los cuatro responsables de la exposición son personas de color: el curador Diana Lima y el antropólogo Helio Menezesambos brasileños, y el artista y psicólogo. grada kilombaPortugués de ascendencia africana.
El cuarteto de curadores de la Bienal (Foto: Levi Fanan / BSP Press)
El cuarto es el historiador del arte español. Manuel Borja Villelex director de Museo Reina Sofía en Madrid, que habla de la necesidad de romper con la “episteme occidental”. “El europeo se imaginaba universal, pero la ‘libertad, igualdad y fraternidad’ de uno significaba la ‘desigualdad’ del otro”, señaló.
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A pesar de la gran presencia de indígenas, negros y minorías sexuales en la exposición, Kilomba niega que los artistas hayan sido elegidos en función de categorías. “No trabajamos con conceptos como raza o género. Queremos ir más allá de estas categorías que a veces resultan limitantes. Trabajamos con artistas que tienen respuestas imposibles a preguntas urgentes”, afirmó.
Matándonos suavemente… con sus SPAMS… (Canciones, Oraciones, Alfabetos, Mitos, Superhéroes…), 2023, del artista filipino Kidlat Tahimik (EFE/ Isaac Fontana)
A veces la respuesta a los debates actuales implica mirar hacia atrás. La instalación del brasileño luana vitraUna artista negra de 28 años, reflexiona sobre la esclavitud en las minas coloniales de su región.
Unas flechas de hierro, símbolo de buena suerte en las religiones afrobrasileñas, cuelgan del techo y apuntan hacia figuras de canarios, que advertían a los esclavos de fugas de gases tóxicos en la mina. “Veo el arte como un proceso de curación de toda esa violencia histórica”, explicó.
Oblivion to Oblivion, 2017, de la artista filipina Geraldine Javier, expuesta en el Pabellón Ciccillo Matarazzo (EFE/ Isaac Fontana)
Sanar y también resistir. El artista y activista indígena Denilson Baniwa, de 39 años, ha instalado un maizal de 250 metros cuadrados en la planta baja del pabellón. Es un recordatorio de la capacidad del pueblo guaraní para superar la violencia de los colonos y continuar cultivando, con la certeza de que “un nuevo día emerge después de la pesada noche”.
Parte de una obra titulada “Kwema / Salida del sol”, los tallos, aún verdes, crecerán a lo largo de los tres meses que dura la exposición. Cuando el maíz esté maduro, será cosechado y servido en un almuerzo colectivo, porque ¿quién dijo que una Bienal dedicada a imaginar lo imposible no podía cosechar?
Fuente: EFE
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